Durante más de un mes, cerca de 2.000 operarios se mantuvieron en
huelga, controlaron las fincas y marcharon por municipios y
universidades. Su arrojo muestra cómo la indignación va convirtiéndose
en rebeldía
La empresa, que nació hace 37 años, poseía siete fincas en las cuales cultivaba flores de exportación: Sabana Central y Santa clara, ubicadas en la vía a Guaymaral, Pinos 1, 2 y 3, en la carretera que conduce a Sesquilé; el Rodán, en el municipio de Ventaquemada, y el Triángulo, en inmediaciones de Simijaca.
A lo largo de varios años, dicha compañía descontó de los salarios los aportes correspondientes a la seguridad social y pen-siones, dineros que no consignó a las EPS ni a los fondos correspondientes, al punto de que a algunos operarios les llegó adeudar hasta siete años de cotizaciones. También incumplió con su deber de consignar las cesantías y, el año pasado, no canceló la última quincena de mayo ni la primera de junio. Al iniciarse la protesta no había abonado ni un peso de salarios este año. A la vez que violaba de manera tan descarada sus deberes, sometía a los obreros a las peores humillaciones, obligándolos a trabajar hasta altas horas de la madrugada, los ingenieros cerraban las puertas y no permitían la salida del personal, y los gerentes de las fincas les decían a quienes reclamaban sus salarios que si no querían trabajar podían irse.
Ante las infamias de Flores de la Sabana y su sindicato de bolsillo, un grupo de trabajadores decidió fundar Sintrasabana y, bajo la dirección de Untraflores, comenzó a denunciar a la gerencia y a los esquiroles; fue así como el día 13 de febrero, de manera audaz, Sintrasabana y Untraflores llamaron a la huelga y recibieron el respaldo de la casi totalidad de los operarios de las haciendas Pinos uno, dos y tres, Sabana Central y Santa Clara.
El día miércoles 15 de febrero, los obreros tomaron el control de las fincas y organizaron turnos de día y de noche para impedir que la gerencia controlara las instalaciones, pues los operarios entendieron que era necesario cuidar cada equipo para que, al liquidarse la firma, los activos existentes garantizaran el pago de sus salarios y prestaciones sociales.
La situación laboral vivida en Flores de la Sabana no es distinta de la que afrontan los proletarios en las otras productoras de flores, ya que el robo de las prestaciones sociales, las humillaciones y el no pago de salarios son el pan de cada día; por lo tanto, el arrojo de estos obreros es un ejemplo que deben seguir los más de 90.000 que la-boran en los plantíos de flores.
Mientras se cometen semejantes injusticias, el Ministerio de la Protección Social hace la vista gorda y pasan años y décadas sin que tome ninguna medida contra el despojo de que son víctimas las gentes laboriosas, pero se muestra muy diligente para entorpecer la formación de sindicatos independientes; hoy es cada día más claro que dicho ente gubernamental es cómplice de la despiadada explotación de la mano de obra y de que todo el llamado Estado Social de Derecho no es otra cosa que la alcahuetería con los poderosos y la cruda opresión para los desposeídos.
El porvenir digno de los esforzados obreros y de Colombia no provendrá de la complacencia con los oligarcas internacionales, ni de las instituciones de la república arcaica avasallada por los Estados Unidos, sino del batallar resuelto por la soberanía y el bienestar.